
La práctica de la atención consciente en la labor asistencial es vital para que las labores propias de los cuidados al final de la vida puedan proporcionar a la persona que está en trance de morir un confort transversal en los cuidados físicos, emocionales, cognitivos y espirituales.
Así, también los cuidados se convierten en soportes para el cultivo de la Atención Plena, cuyos beneficios para contrarrestar el estrés (y más en entornos asistenciales donde la fatiga del cuidador es tan intensa) han quedado demostrados científicamente con el reconocimiento de Mindfulness.
Paradójicamente, es precisamente la consciencia del proceso de morir lo que nos estimula eficazmente para la práctica de la atención consciente, ya que entendemos que el momento presente es precioso, que no va a durar siempre y no queremos que se nos pase en vano.
Acompañar a quien está experimentando el proceso de morir desde este estado de atención y presencia consciente, además de favorecer inmensamente al paciente, hace que nuestra relación con el sufrimiento y la muerte cambien de forma muy sustancial. Es una revolución silenciosa, que nos abre la posibilidad de relacionarnos con el dolor de la pérdida con plenitud y confianza, soltando el aferramiento y experimentando la belleza intrínseca que puede haber en la tristeza de la despedida, es decir, en la aceptación consciente.